No sé muy bien como empezar a contar mi historia, pero para ello he creado este blog. Así que supongo que lo más fácil es ir contando todo lo que sale de mi cabeza, y hacer una especie de rompecabezas con el presente y el pasado. Quizás mi hijo lo vea bien así y me ayude a ordenar mis recuerdos, a veces tan claros y a veces tan oscuros... cuesta recordarlos.
Me llamo Rosa Bo. Ese es el nombre con el qué me han llamado durante 8 meses y medio. Tengo 49 años, y acabo de salir de una comunidad terapéutica llamada “Can Serra”. Mi adicción es el alcohol. Y digo es porque sigue estando ahí, solo que ahora soy mucho más fuerte que él. Aunque siguen habiendo situaciones difíciles, ya que cuando menos lo espero, de repente, me llama la necesidad. Y es ahí donde empieza mi lucha y pongo en práctica todas las estrategias aprendidas en la comunidad. Aún así es una cuesta difícil, que genera recaídas. En mi caso, el alcohol es algo que me ha acompañado durante 38 años, y después de tanto tiempo, ahora me siento vacía si él. Siento que mi amigo de toda la vida me ha dejado, ha muerto, y este vacío es duro de combatir. Me falta algo que ha sido un compañero fiel durante toda la vida. Él me hacía sentir valiente, tapaba mi timidez, me hacía ser capaz de todo... Cuando estaba mal, él siempre estaba ahí, esperándome dentro de una botella, y conseguía que dejara de pensar en todo, incluso en lo que más amaba... mi hijo! Yo no tenía control sobre mi vida, me dejaba llevar por él, el cual me hacía dar vueltas a su antojo, pasando por encima de todo, de mi familia, robando, mintiendo... dejando de ser persona.
Ahora que acabo de salir de la comunidad, me siento rara. Llevo 9 meses sin consumir, he pasado mis primeras navidades sin alcohol. No negaré que he estado nerviosa, pero lo he sabido llevar bien, gracias a mi autoestima y, eso sí, con la ayuda de mi familia. He aprendido que ahora lo primero soy yo y solamente yo, y que si yo estoy bien, mi hijo, mi mujer, y mi familia, también lo estarán.
A los 21 años me quedé embarazada, pensé que eso sí me curaría de verdad. Está claro que no fue así, que no me curé, pero tener a mi hijo fue lo más hermoso que había pasado en mi vida. Fue un regalo a tanto sufrimiento. Fue el momento más mágico de mi vida. Recuerdo como lloraba justo recién nacido, pero fue ponerlo sobre mí y callarse al instante. En ese momento se creó el inseparable vínculo madre-hijo imposible de olvidar. Por desgracia, eso tampoco fue suficiente para que yo me separara de mi amigo fiel, el alcohol, y mucho menos para que me curara.
En el centro he sido capaz de conocerme a mí misma. Ahora sé quien soy y como soy. Fueron unos meses muy duros. Aunque no todo fue malo, también hubo risas, momentos divertidos, y mucho, pero que mucho trabajo. Ahí uno tiene que trabajar las emociones, dejarse sentir tal y como uno es, sin fingir, sin mentir, descubriendo cosas que tenías escondidas en la cabeza y ni siquiera recordabas. Cosas duras que te hacían llorar, gritar y querer abandonarlo todo. Durante días solo quieres irte de allí y consumir algo que te haga sentir bien. Personalmente no abandoné, y debo dar las gracias a un equipo terapéutico magnifico y un grupo de unas 30-35 personas que nos encontrábamos allí de autoayuda.
Durante el tratamiento, cada uno de nosotros desnudamos nuestra alma ante los demás, lloramos juntos, reímos y nos emocionamos por cualquier cosa; por una puesta de sol, por un abrazo con un compañero... Por ello, allí dentro hice unas amistades de las de verdad. Realmente, ellos me conocen más que nadie, saben cosas de mí que nadie sabrá jamas. Al igual que yo de ellos. Allí compartimos sentimientos de culpa, los cuáles llevamos arrastrando toda la vida, en algunos casos, literalmente. Oí historias tristes, historias que acababan en casi la muerte, de robos, de asesinatos, de abandonos... Historias en las que el protagonista lo perdía todo, y se encontraba sin nada una vez salía del centro. Yo he tenido la suerte de tener una familia que me quiere y unos amigos fantásticos que me ayudan cuando lo necesito. Ahora tengo ilusiones por cumplir, como hacer el camino de Santiago en bicicleta con mi hijo y llevarme a mi perrita llamada Linda (de la que aún no había hablado) en una cesta conmigo. Ella está viejita, ya que tiene 16 años, y quiero tenerla junto a mí hasta el final. Pero de ello os hablaré más adelante. Ahora prefiero adentraros en mi mente, en mis recuerdos, para que entendáis el porqué de todo esto.
Durante el tratamiento, cada uno de nosotros desnudamos nuestra alma ante los demás, lloramos juntos, reímos y nos emocionamos por cualquier cosa; por una puesta de sol, por un abrazo con un compañero... Por ello, allí dentro hice unas amistades de las de verdad. Realmente, ellos me conocen más que nadie, saben cosas de mí que nadie sabrá jamas. Al igual que yo de ellos. Allí compartimos sentimientos de culpa, los cuáles llevamos arrastrando toda la vida, en algunos casos, literalmente. Oí historias tristes, historias que acababan en casi la muerte, de robos, de asesinatos, de abandonos... Historias en las que el protagonista lo perdía todo, y se encontraba sin nada una vez salía del centro. Yo he tenido la suerte de tener una familia que me quiere y unos amigos fantásticos que me ayudan cuando lo necesito. Ahora tengo ilusiones por cumplir, como hacer el camino de Santiago en bicicleta con mi hijo y llevarme a mi perrita llamada Linda (de la que aún no había hablado) en una cesta conmigo. Ella está viejita, ya que tiene 16 años, y quiero tenerla junto a mí hasta el final. Pero de ello os hablaré más adelante. Ahora prefiero adentraros en mi mente, en mis recuerdos, para que entendáis el porqué de todo esto.
Toda historia tiene un principio, una pequeña introducción al caos, y... ¿cómo empieza la mía? Mi recuerdo más lejano se remonta a cuando tenía 9 años... Me encontraba junto a una amiga cuando de repente me dijo:
Rosa, ¿sabes qué? ¡Me gusta "fulanito"!Yo me quedé tonta... Lo que pasó por mi cabeza fue:
"Pues a mi me gustas tu..!"
Ahí empezó todo, ahí empezó mi calvario... Eso fue por el año 1975, época en la que era imposible decir algo así en voz alta. La primera amiga a la qué se lo conté me mandó directamente a la mierda! Luego tuve otras dos amigas que lo sabían, pero aún así no podía expresar mis sentimientos con nadie. Todo lo que sentía me lo tenía que comer... Para ese entonces, mis padres tenían un bar, y un día, en lugar de comérmelo, empecé a bebérmelo, literalmente. Tenía 9 años y bebía y bebía, sin control. Pocas cosas de mi infancia soy capaz de recordar que no estén relacionadas con la bebida. Para mí era muy fácil coger una cerveza o incluso un whisky del bar de mis padres sin que se dieran cuenta, y beber a escondidas.
A los 11 o 12 años decidí decírselo a mi madre, ya no podía más con esa carga. ¿Sabéis qué me dijo?
Pobre hija mía, ¡estás enferma! No se lo diremos a nadie, ni siquiera a tu padre, y te llevaré a un médico para que te cure.
Fue realmente horrible, lo peor que me ha pasado en la vida. Me llevó al psiquiatra, el cual recuerdo cómo le dijo que efectivamente estaba enferma, y mucho, pero que me curarían. Me duele el alma y el corazón recordar todo eso. A partir de aquel momento mi vida se fundó en el miedo. Cada 15 días me daban electro-shocks, recuerdo toda mi cabeza conectada con cables. Salía verdaderamente mal de allí... Pero eso no era todo. Mi madre también me llevaba a la iglesia para que el cura me ayudara. Para ese entonces tenía 13 años, ¡y aún me meaba en la cama! Mi único compañero fiel, el cual no me fallaba nunca, era el alcohol. Con él era capaz de perderme y olvidar. Escondía botellas en mi habitación. Cuando mi madre me mandaba pronto a dormir y ella se quedaba trabajando hasta tarde en el bar, yo me encerraba en mi habitación, mi mundo, y me olvidaba de todo mientras bebía. Por fuera parecía que lo tenía todo, pero por dentro estaba vacía, sola junto a mi amigo incondicional qué nunca me fallaba. Estuve con electro-shocks un año entero, ya no aguantaba más, y sentía cada vez más miedo, dolor, ganas de quitarme la vida...
Creí que la solución a todo mi sufrimiento sería tener novio, que me vieran con un chico. Así pues, con 13 años, me busqué a un novio 7 años mayor que yo. Pero eso a mi madre no le importó. Tampoco al cura ni al psiquiatra. Para ellos era un triunfo, ¡me habían curado! Yo me encontraba perdida, pensando que de verdad estaba enferma... Realmente creí que era una enfermedad. Durante unos años hice cosas de la que os hablaré más adelante, como escaparme de casa durante mucho tiempo, sin dar señales de vida a nadie.
Cumplidos los 17 años, decidí casarme. Mis padres aceptaron, y yo me casé sin más, pensando que así me curaría de una vez por todas. Pero mi ignorancia iba cada vez a peor, y junta ella, mi adicción iba a más. El que era mi marido, al ser mayor que yo, me proporcionaba acceso a todo el alcohol que quería. Pero nada me llenaba, y cada vez me hundía más y más en mis sueños imposibles. Él era buena persona, y llegué a quererlo mucho, como alguien muy especial en mi vida. Pero no como marido, como hombre. Las noches eran un infierno para mi, daba todas las excusas que podía hasta no poder evitarlo más, con lo que me convertí en una verdadera actriz fingiendo, para que él se excitara y así quedarme tranquila lo antes posible. Él no tenía culpa de nada, no sabía nada de mi homosexualidad. Solo espero que a estas alturas me haya perdonado...
A los 21 años me quedé embarazada, pensé que eso sí me curaría de verdad. Está claro que no fue así, que no me curé, pero tener a mi hijo fue lo más hermoso que había pasado en mi vida. Fue un regalo a tanto sufrimiento. Fue el momento más mágico de mi vida. Recuerdo como lloraba justo recién nacido, pero fue ponerlo sobre mí y callarse al instante. En ese momento se creó el inseparable vínculo madre-hijo imposible de olvidar. Por desgracia, eso tampoco fue suficiente para que yo me separara de mi amigo fiel, el alcohol, y mucho menos para que me curara.
Eres muy valiente al contar tu historia, espero que haya gente que te siga y así seguir tu ejemplo y que pueda vencer su adicción.
ResponderEliminarTe voy a ser sincera... He llorado y mucho. Pienso que ahora estamos en otros tiempos. Hay mucha más gente con la mente abierta, real, honesta y tolerante, por lo tanto, ya es hora de terminar con este sufrimiento. De mirar al presente y de abandonar el pasado. Tienes una familia y unos amigos que te adoran. Agárrate a ellos y lucha con total sinceridad. Encerrarse no lleva a ningún lugar que sea bueno. Y siempre, siempre, sigue siendo tú misma. Que apesar de todo, siempre tienes una sonrisa que regalar, pero insisto, si lo necesitas, no hay nada más bello que llorar y liberarse.
ResponderEliminarFirmado:
Tu nuera que te quiere mucho!!
Te voy a ser sincera... He llorado y mucho. Pienso que ahora estamos en otros tiempos. Hay mucha más gente con la mente abierta, real, honesta y tolerante, por lo tanto, ya es hora de terminar con este sufrimiento. De mirar al presente y de abandonar el pasado. Tienes una familia y unos amigos que te adoran. Agárrate a ellos y lucha con total sinceridad. Encerrarse no lleva a ningún lugar que sea bueno. Y siempre, siempre, sigue siendo tú misma. Que apesar de todo, siempre tienes una sonrisa que regalar, pero insisto, si lo necesitas, no hay nada más bello que llorar y liberarse.
ResponderEliminarFirmado:
Tu nuera que te quiere mucho!!